En el camino de esta vida nos vamos a equivocar no una sino muchas veces, no sé si serán cientos o miles, pero sí nos vamos a equivocar en más de una ocasión.
Pensando en esto y en la realidad de las cosas, uno se pregunta que si en verdad hubiese tenido la oportunidad de hacer lo correcto antes de equivocarme quizás todo sería diferente… y la respuesta es que no lo sabemos, porque en el error está la realidad de que somos seres humanos y que está en nuestra naturaleza misma el fallar.
Pensemos por unos segundos ¿Dónde está Dios en todo esto?, sigo pensando que como Él está en todo lugar, también está en medio de la incertidumbre frente al error, en su naturaleza misma está el que conozcamos como podemos ser perfectos, recuerda las palabras del apóstol Pablo cuando dijo que todas las cosas nos ayudarán a bien para quienes amamos a Dios.
El error amigos, no es más que una prueba más por parte del cielo para que constantemente podamos tener un scanner de nuestros frutos, también nos ayuda a qué recordemos sobre nuestra dependencia a Dios y en qué constantemente debemos mejorar. En los errores también hay misericordia de Dios, porque contrario al diablo, nuestro creador siempre buscará en nosotros un crecer constante.
En el error no se queda todo, sino en también nuestras actitudes después de equivocarnos, sino estás dispuesto a aprender de los errores, no estás disfrutando de un área importante de la misericordia de Dios que es la paz de saber que hoy somos mejores que ayer. Por eso cuando nuestras actitudes son contrarias a lo bueno vivimos un lapso sin sentido, porque habrás retrocedido en tu calidad y desarrollo de tu propósito.
Cuando caemos nos levantamos, y a pesar de los golpes y quizás vergüenza nos sacudimos el polvo, levantamos la frente y empezamos a hacer lo que Dios espera que hagamos y es el caminar, porque no olvidemos que vamos camino a la perfección.
Tomemos su palabra como referencia de vida, la luz que proviene de ella nos alumbrará en cada momento, no se apagará, sino que iluminará su lámpara cada rincón de nuestros caminos, lo cual es nuestra garantía de que Dios no se ha olvidado de nosotros.
-Carlos Castillo Aguilar
“Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.
Isaías 53:5