El pecado en nuestras vidas es más serio de lo que pareciera, no es algo con lo que debamos jugar, aunque debemos reconocer que ninguno ser humano ha sido exento de pecar, poco o mucho todos hemos caído en diferentes momentos en aquello que sabemos no le agrada a Dios, desde que somos concebidos nosotros caminamos hacia una eternidad y es en esta vida donde nosotros mismos decidimos donde la pasaremos.
En una ocasión escuché una historia, que a pesar de parecer una fábula ejemplifica muy bien el peligro del pecado, cuenta esta historia que una rana cayó en una olla con agua fría, y ella disfrutaba segundo a segundo estar en esa olla, nadando y nadando como si nada sucediera, pero nunca se percató o quiso darse cuenta que esa olla estaba encima del disco de una cocina, cuando llegó el dueño de esa casa giró la perilla de ese disco el cual empezó a calentar poco a poco, así mismo se calentaba el agua en esa olla y la rana estaba tan acostumbrada ya a esa agua que no sentía nada en su cuerpo, cuando ya el calor era insoportable la rana quiso salir de la olla, pero ya era imposible porque gran parte de sus músculos habían sido dañados. Esta rana murió literalmente hervida.
Así es el pecado en nuestras vidas, hace que sintamos que no pasa nada, solo que la rana no tuvo quien le salvase, pero si nosotros, Jesús seguirá siendo nuestro salvador, sin importar cuál sea nuestro pecado o cuál cuanto tiempo hayamos vivido en esa olla, Él puede restaurar nuestras vidas, sigue sus pasos, porque te permitirán llegar al cielo.
Juan 14:6
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
<Carlos Castillo Aguilar>